Cuando estuvimos en la revisión de los dos años, todo fue estupendo. hasta ahora, pasábamos sus revisiones en el hospital en el que nació. Pero nos pillaba a más de 60 kilómetros de donde vivimos, así que le preguntamos a la neonatóloga si teníamos que seguir yendo a revisiones y si así era, si podíamos ir a un profesional que pasase consulta en nuestra ciudad.
Nos dijo que ella, personalmente, a los 3 años hacía otra revisión y que en función de cómo estuviese el niño le vería cada año. También nos comentó que lo normal es dar de alta definitivamente a estos niños en torno a los seis años y nos dijo que no había ningún problema en que siguiésemos pasando consulta en nuestra ciudad.
En mayo, estuve en nuestra pediatra con el bebé y le pregunté por el protocolo habitual para que le viesen en neonatología, si nos tenía que hacer volante ella o teníamos que ir directamente al hospital. Ella nos dio el volante pero nos dijo que tendríamos que aportar toda la información (analíticas, pruebas,…) que le hubiesen hecho al pequeño guerrero, puesto que aquí no tenían nuestro historial.
Lo primero, conseguir una cita
Conseguir que nos diesen cita nos costó dos días de peregrinaje por el hospital, un día su padre y otro día yo. Increíble, pero así fue. A mi marido le dijeron que no había problema pero que, para darnos la cita, teníamos que aportar la documentación y dejarla en «admisión principal» a nombre de la doctora de neonatología.

Cuando yo fui unos días después, en admisión me dijeron que allí no recogían nada de eso, directamente me mandaron a la 5ª planta, neonatología. Para allá que me fui. Fue pisar la planta y removerse todo por dentro. Apenas salí del ascensor, vi una incubadora en el hall, no sé si la acababa de dejar un inquilino o estaba esperando al siguiente, pero de golpe se me vinieron a la cabeza un montón de recuerdos.
Cuando giré una esquina y vi unos padres con calzas y batas, pensé «de esa guisa, íbamos nosotros hace tres años» y mentalmente les mandé ánimos a la vez que les sonreía, como queriéndoles decir «ánimo, es duro, pero se sale«. Mientras esperaba a que la doctora acabase de hablar por teléfono, ojeaba los carteles, por todas partes, pidiendo silencio y las fotos de niños que habían pasado por allí.
Estuve apenas cinco minutos hablando con la doctora, le expliqué la situación del pequeño guerrero, cómo nació, las pruebas que le habían hecho, y sobre todo, por qué éramos nuevos pacientes suyos. Fue infinitamente amable, se quedó con toda la documentación (Abulta como un centímetro de grosor) para leerla y me dijo dónde tenía que pedir cita.
De vuelta a la planta, baja la enfermera que me atendió para darme cita,ya me estaba esperando con la cita en la mano. La doctora había llamado por teléfono en lo que yo bajaba por el ascensor.
El día de la revisión
Casualmente, la revisión de los tres años del pequeño guerrero coincidía que era el día de antes de su cumpleaños. Éramos de los primeros en tener cita, pero aún así entramos con retraso. El mosqueo por el retraso se me pasó en cuanto vi con qué cariño y con qué tranquilidad la doctora le hizo la revisión al niño. Además, la doctora se había estudiado toda la documentación que le habíamos dejado.
Un dato importante: el pequeño guerrero es bastante desconfiado, en consecuencia no se suele mostrar muy colaborador o, de repente, le da por no hablar o volverse hipertímido y buscarnos a su padre o a mí para esconderse.
La revisión empezó con las típicas preguntas de cómo estaba el niño, si era bueno comiendo y durmiendo, sobre su desarrollo motor, control de esfínteres, lenguaje, relaciones sociales,… una buena batería de preguntas, algunas ya las habíamos oído en anteriores revisiones y otras eran nuevas.
A continuación, pasó al examen físico. Ahí ya tuvimos que tirar de paciencia y mucha mano izquierda porque el niño andaba mosqueado, pero se dejaba examinar. De peso y talla, anda justito, pero está dentro de los percentiles y su crecimiento es exponencial, así que no hay nada de qué preocuparse. Yo le digo cariñosamente «flaquito». No nos preocupa el tema del peso, porque come como una lima, es fan de la fruta y su estómago es un pozo sin fondo.
Le hizo alguna prueba de tipo neurológico y de psicomotricidad («tócate la rodilla derecha con la mano izquierda» o «tócate la punta de la nariz«). Le pidió que anduviese por la consulta, que saltase o que le apretase las dos manos con las suyas.
Próximos pasos
Salimos de la consulta muy contentos. El desarrollo del niño es normal. Nos derivó al oftalmólogo, por protocolo. Ya se sabe que los niños prematuros, sobre todo, los que nacieron con pocas semanas de gestación, pueden tener algún problema de retina. Nos explicó que es rutinario revisarles los ojos a los tres años. También nos derivó al neuólogo, ante nuestra cara de sorpresa, nos dijo que los prematuros tienen alto riesgo neurológico y es habitual hacerles una revisión aunque sea anual.
En cuanto al lenguaje, el niño hace frases simples, algunas palabras las pronuncia con dificultad y comprende todo lo que se le dice perfectamente. Se verá la evolución y dentro de un tiempo se valorará si es necesario o no un logopeda. Aunque por la evolución que yo voy viendo, me parece que no será necesario. El niño avanza a pasos agigantados.
Conclusión: le volverá a ver en unos meses y, si todo sigue normal, le dará el alta. ¿Qué más podemos pedir?
Enhorabuena, guapa!! Es genial ver que avanzan pasito a pasito. A por el siguiente hito. Un beso enorme!
¡Muchas gracias!