Mi tercer parto
Bebé prematuro

Mi tercer parto

No hay blog de maternidad que se precie que no cuente cómo ha sido su parto. Ya he contado por aquí cómo fue la llegada del mediano (lo podéis leer aquí y aquí). Así que procedo a contar como ha sido mi tercer parto, quedaría pendiente el relato del nacimiento del mayor, para más adelante.

Este parto lo definiría como ideal, de libro, cómodo, fácil, el parto que toda primeriza quiere. La verdad es que me enfrenté al parto desde otra perspectiva, ya había tenido un parto vaginal y una cesárea, así que iba tranquila. Sabía a lo que me iba a enfrentar.

Os pongo en antecedentes. Todo el embarazo me lo controlaron a través de la consulta de alto riesgo por el antecedente de CIR precoz y prematuridad del mediano. Sin embargo, excepto por algunas contracciones esporádicas, el embarazo transcurrió muy bien. Bueno, si no tenemos en cuenta la ciática y el ardor, que son males menores.

Llegamos a la semana 39 y me mandan a monitores. Era la primera vez que iba a monitores en este hospital, así que para mí el protocolo era novedad. Fui sola, porque al ser verano (agosto) mi marido se quedó con los niños. Aunque ahora que lo pienso él tampoco habría podido estar conmigo como ocurrió en el primer embarazo.

Me pasan a una sala donde ya había varias chicas con los monitores puestos, el ambiente era tranquilo, me pidieron el historial y me hicieron varias preguntas. Me pusieron los monitores y a esperar. Pasado un rato, unos 15-20 minutos, la enfermera que estaba controlándonos a todas, nos da un zumito a otra chica y a mi, «para ver si les animamos» porque estaban muy tranquilos…

A mi esto me trajo ciertos recuerdos del embarazo del segundo (por sus escasos movimientos). El zumo no lo animó del todo y me dieron un buen meneo a la barriga. Ahí ya sí que el registro empezó a sacar algo interesante. En total, pude estar una hora con los monitores puestos. De ahí, pasé a consulta donde me hicieron un tacto (Sí, es molesto) y me dijeron que estaba verde, que me moviese más, que anduviese más (¿más? pensé yo para mis adentros) y me dieron cita para la semana siguiente.

Así que me pasé la semana dándome paseos por la mañana y por la tarde, a ver si aquello se animaba y hacía ejercicios con la pelota de Pilates. Durante esta semana, se cumplieron mis 40 semanas, pero el bebé parecía estar muy a gusto en la barriga.

Cuando llegué a monitores, por segunda vez, el protocolo fue idéntico (monitores y tacto) y ¡oh, sorpresa!, sigo verde, muy verde y me dicen que me mueva más, a lo que le contesto: «pues sólo me falta bailar» y me responden: «pues baila, porque a la 41 + 4, te provocamos el parto» y me dieron cita para la semana siguiente. Esto fue un jueves y justo el día de antes había llegado a las 40 semanas. Así que con la amenaza de que me fueran a provocar el parto, volví a mis paseos y a mi pelota de Pilates.

Pasó el fin de semana y llegó el lunes, un lunes de agosto más. Por la mañana, yo me dediqué a mis paseos, mientras mi marido se iba con los niños a la piscina. Yo había dejado de ir a la piscina por varios motivos: por un lado, evitar resbalones o caídas innecesarias y, por otro lado, ya había empezado a perder el tapón mucoso (en el primer embarazo, la pérdida del tapón mucoso no fue tan evidente). Por la tarde, decidimos ir a ver a mi cuñado, que en su casa tiene piscina y estuvimos tan a gusto.

Después de cenar y tras acostar a los niños, nosotros estuvimos viendo la tele un rato, recuerdo que estuvimos viendo «Comando Actualidad», yo notaba contracciones, pero no eran muy fuertes y si cambiaba de posición ni las notaba. Así que no le di más importancia y cuando acabó «Comando Actualidad» nos fuimos a la cama.

Pero a eso de la 1 de la mañana yo llevaba ya un rato incómoda, notaba las contracciones, que eran más dolorosas y los intervalos más seguidos. Así que, sin despertar a mi marido, me levanté despacito y con una app en el móvil fui controlando las contracciones. Entre la primera y la segunda hubo 8 minutos, entre la segunda y la tercera, 7, y así… así que viendo cómo se iban desarrollando los acontecimientos, avisé a mi marido. Recuerdo que cuando se despertó, me decía «tranquila, tranquila«, yo creía estar tranquila, pero mi voz debía sonar nerviosa.

Mi marido avisó a su hermano para que se quedase con los niños, hasta que llegasen mis padres y cuando llegó, nos fuimos al hospital. A las 2 de la mañana, no hay nada de tráfico ni problemas para aparcar, ni siquiera gente en urgencias, así que todo fluyó bastante rápido. Cuando pasé con la matrona, mientras mi marido esperaba fuera, me dijo que ya estaba dilatada de 5 centímetros, que la bolsa aún estaba intacta, pero que me quedaba ingresaba. ¡El bebé ya viene! Lloré un poco de emoción y de nervios.

En el hospital

Avisaron a mi marido y me pasaron a una habitación en dilatación, para mi sola y con baño propio. Ahí fue cuando ya avisé a mis padres para que se viniesen para quedarse con los niños. No queríamos avisarles antes por si hubiese sido una falsa alarma. Pusimos en contacto a mi cuñado con mis padres y nosotros nos centramos en la tarea que teníamos por delante.

Me preguntaron, según me acomodaron en la habitación, si quería la epidural, a lo que contesté que sí. Nunca tuve dudas sobre sí querría la epidural en el parto, aguanto bien el dolor, pero no soy tan valiente como para parir sin epidural. Así que avisaron al anestesista, que vino enseguida. Ponerme la epidural no fue fácil. Primero, por el dolor de las contracciones y segundo, porque el anestesista no encontraba el punto adecuado para meter el catéter. Finalmente, lo consiguió. Me dijo que era probable que tuviese una pequeña desviación de columna y que por eso le costó tanto, igual por eso tenía ciática solo en el lado derecho.

Recuerdo que tras ponerme la epidural, empecé a marearme, como cuando te da una lipotimia, así que mi marido avisó a las enfermeras que ajustaron algo y me recuperé. Al poco, no sabría decir tiempos, no tenía reloj y tampoco estaba para andar preguntando la hora, el matrón (sí tuve un matrón de lo más competente) me dijo que ya estaba completa, así que me pidieron que hiciese pujos para ayudar a bajar al bebé y en uno de éstos ¡Puf! se rompió la bolsa, como cuando explota un globo y saltó líquido amniótico por todas partes. Como si el globo, en lugar de estar hinchado con aire, estuviese lleno de agua.

A partir de ahí todo se precipitó, me llevaron volando (literal, corrieron por el pasillo) al paritorio, que estaría a 20 metros de la habitación de dilatación en la que había estado. Yo notaba mucha presión y pensaba que el niño se me iba salir, ahí, en medio del pasillo. Pero no, llegamos al paritorio y recuerdo que al pasarme de la cama a la camilla yo decía (más bien, gritaba) que se me salía y el matrón me decía «tranquila, estate tranquila, te vamos a ayudar». Dos empujones y el bebé estaba en mi pecho. No recuerdo exactamente cuándo entró mi marido en el paritorio, pero diría que fue justo en ese momento.

La placenta salió casi inmediatamente y empezaron a coserme. Me había desgarrado un pelín por donde tengo la episiotomía que me hicieron cuando di a luz al mayor. No se cuántos puntos me dieron y tampoco lo pregunté. De esos momentos, lo que más recuerdo es ver la mata de pelo con la que nació y que tenía las uñas muy largas.

Ha sido mi mejor parto, con diferencia. Siempre pensaba que el del mayor había sido un buen parto, pero en comparación con éste, ahora pienso que pudo ser mejorable.

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