Con esta frase tan sencilla nos sorprendió hace unos días el mayor. Lo decía con orgullo y con cariño.
La verdad es que nos ha sorprendido lo bien que lleva ser hermano mayor. Cuando me quedé embaraza y según iba avanzando el embarazo, aunque le hablábamos de que iba a tener un hermanito, no teníamos muy claro que entendiese lo que significaba. Le dijimos cómo se iba a llamar y cuando le preguntábamos: «¿Cómo se llama el hermanito?» El decía el nombre del bebé, con mucha seguridad.
También es verdad que el hecho de que el pequeño estuviese todo el verano ingresado ayudó a irle preparando, le enseñábamos fotos del bebé solo, del bebé con nosotros,… y le decíamos que era el hermanito. Sí que debía de entender que aquel bebé tan pequeñito era importante para nosotros, porque le mencionábamos constantemente. Sin embargo, el mayor no pudo conocer al pequeño hasta que estuvo en casa.
Cuando el pequeño llegó a casa, nuestros temores se disiparon rápido. Le acogió muy bien, le hacía caricias y entendía que había que tener mucho cuidado con el bebé. Yo temía que en cuanto me viese darle el pecho, él también quisiese aunque hacía ya más de un año que habíamos dejado la lactancia. O que si le dábamos biberón al bebé, como complemento, él también quisiese, porque de hecho hacía apenas dos semanas que habíamos dejado el biberón. Pero tampoco manifestó mayor interés por el biberón del pequeño.
No voy a decir que todo fue un camino de rosas, pero tampoco un camino de espinas. La llegada del pequeño a casa coincidió con que el mayor empezaba a ir a la guarde, se le acumularon las novedades. Pero poco a poco se fue adaptando a las nuevas circunstancias.
Con el paso de los días, el mayor se acostumbró a la presencia del pequeño; a que ya no era el primero en entrar en el ascensor porque tenía que entrar primero el carrito, para caber todos bien; a que en el coche había cambiado de compañero de viaje, ya no iba mamá a su lado, iba un bebé que se pasaba los trayectos, por cortos que fuesen, dormido.
Cuando juega, le pone juguetes en su hamaca, o pinturas, o le da un juguete que se le ha caído… Lo gracioso es que yo creo que se piensa que el pequeño le va a seguir su ritmo de juegos y dibujos. De momento, el pequeño le observa jugar y el otro le cuenta lo que va haciendo.
El mayor es muy cariñoso con su hermanito. Le da besos y le acaricia. Otras veces le coge la mano o le quiere hacer cosquillas en los pies, porque me ve a mi hacerlo. A la hora del baño, hay días que quiere «ayudar» y le echa agua por encima. También ocurre que cuando el pequeño está en la hamaca (su puesto de observación), el mayor se le echa encima para hacerle mimos, pero cuando esto pasa el pequeño se agobia y llora.
Debo decir que el cariño es mutuo. Al pequeño le entretiene mucho ver jugar a su hermano y en cuanto ve que no está cerca lloriquea, anunciando que se ha quedado solo. Cuando el mayor llega de la guarde, se pone muy contento, sonríe mucho y patalea de gusto.
El mayor sabe cómo hacerle reír y cuando vamos en el coche le hace ruidos y el otro se parte de risa. También le va retransmitiendo lo que ve: «Mira, ¡un toro!» o «¡El tren!» y le cuenta cuando molinos eólicos ve. Y se ve que al pequeño le gusta porque le oímos reír con ganas.

Creo que el hecho de que se lleven 22 meses ha influido positivamente en la relación entre ambos. Mi teoría es que el mayor no ha tenido tiempo de darse cuenta de que era hijo único. Ahora que empieza a tener memoria, para él, su hermanito siempre ha estado ahí.
Pero no todo es perfecto. Es verdad que el mayor no ha pegado al pequeño o a nosotros porque hagamos más caso al pequeño que a él, pero sí ha tenido sus momentos de celos. Por ejemplo, si me ve darle la papilla de frutas al pequeño, él también quiere. O si he tenido cogido en brazos al pequeño, cuando le dejo en su sitio, él también quiere que le coja. O si hago cosquillas al pequeño, me dice «¡mamá, ahora yo!«. Pero todo eso me parece que entra dentro de la normalidad.
Tampoco voy a decir que nosotros lo estemos haciendo fenomenal o que hayamos dado con la clave para evitar los celos entre hermanos y la armonía en casa sea maravillosa. Hay veces que el mayor reclama nuestra atención y si estamos con el pequeño y así se lo hacemos saber, llora o insiste más fuerte. A veces, a mí se me escapa la frase de «Ahora no puedo, que estoy con el bebé» y según sale de mi boca, me arrepiento…
También creo que ahora mismo, el pequeño es aún muy bebé, ni anda ni gatea, y no coge los juguetes de su hermano (con o sin permiso). Supongo que cuando sea más mayor, las cosas cambiarán, pero por ahora, disfrutemos del momento. Pero volviendo a la frase que sirve de título a este post, yo creo que lo estamos haciendo bien.
Vuestros peques ¿qué tal llevaron la llegada de un hermanito a casa? ¿Cómo gestionáis vosotros los celos entre hermanos?

Que bonitas imágenes, los hermanos tienen fases, yo tengo hija única de momento, pero en cosa de hermanos tengo experiencia, soy la quinta jejeje, así que he tenido de todo, tendréis días en los que serán ellos los que se pongan de acuerdo y días en los que no querrán ni verse, pero todo es parte de esto de ser hermanos 😉