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Con la lactancia hemos topado

Con la llegada de nuestro tercer hijo, yo tenía claro que volvería a darle el pecho, ya tenía experiencia y sabía lo que implica la lactancia, así que estaba segura que no iba a tener ningún problema. ¡Qué ilusa!

La lactancia de mi hijo mayor 

La lactancia con mi hijo mayor fue normalita, si tuviese que darle una puntuación, diría que un 6. Tuve muchas dudas al principio y durante todo el tiempo que duró. Además, tuve grietas durante casi 3 semanas. Pero, en cambio, fui capaz de hacerme con un mini-banquito de leche. Tampoco la alargué más allá de los 5-6 meses, por varias razones, pero la principal es que yo me reincorporaba a trabajar, lo cual hacía prácticamente imposible continuar con la lactancia. Mi despacho es de los que paredes son de cristal y no puedo desaparecer una hora de mi sitio para sacarme leche, así que esta opción quedaba descartada. De todos modos, desde que introdujimos los cereales sin gluten en su dieta, empezó a preferir los biberones a mi pecho.

Dejar la lactancia materna no me supuso ningún trauma, en ningún momento pensé que era mala madre por no prolongarla ni nada por el estilo.  Las cosas vienen como vienen y yo soy de esas personas que se adaptan bien a las circunstancias.

En este post, tenéis cómo fue la lactancia con el pequeño (Ahora, mediano)

La lactancia del tercero

Inmediatamente, después de dar a luz y durante las dos horas que estuve en la sala de puerperio iniciamos la lactancia. Vino el matrón que me había atendido durante el parto y de forma muy respetuosa me preguntó si le iba a dar el pecho, le contesté que sí y me dijo: «Pues, empecemos«. Me dio unas pautas y ahí nos quedamos enganchados el bebé y yo. Y así estuvimos prácticamente las siguientes 24 horas. Lo cual trajo sus consecuencias, unas grietas estupendas.

Algunas me dirán que un mal agarre o una mala postura, pero os aseguro que si tenéis un bebé succionando durante casi 24 horas, terminan saliendo grietas. Un ejemplo claro, no es lo mismo llevar un zapato que te roza durante una hora que durante cinco, al final, te sale una ampolla.

Durante estos dos meses que llevamos de lactancia, he pensado en muchas ocasiones en dejar la lactancia, pero antes de abandonar he buscado ayuda. Durante nuestra estancia en el hospital, hablé con las enfermeras y con una matrona experta en lactancia, que tiene contratada el hospital. Como el niño nació de madrugada, tuve la ocasión de hablar dos días con ella. En el primero, vino a presentarse, a ver cómo le daba el pecho, si la postura era correcta, etc… de hecho, corrigió un par de cosas.

El segundo día pasó a visitarnos a verme si la lactancia fluía. Le comenté que tenía grietas y que al niño tuvimos que darle un biberón de madrugada, porque a pesar de tenerle al pecho prácticamente todo el día, mi calostro no debía de ser suficiente. De hecho, tras darle el bibe (de 30 ml), se quedó dormido las siguientes 4 horas y todos pudimos descansar. Volvió a observarnos cómo le daba el pecho y me dio dos pistas de por qué podía tener grietas: el niño podía tener algo de frenillo (que teníamos que comentar con la pediatra) y parece ser que tengo un pezón XL, incompatible con la boca talla S del bebé, lo cual le dificultaba mamar.

Un inciso: Consultamos con la pediatra lo del frenillo y nos dijo que el niño no tenía frenillo. Con lo cual esta posibilidad quedó descartada. En cualquier caso, tanto la pediatra del hospital como la matrona nos dijeron que el frenillo no era problema para la lactancia, siempre y cuando el niño fuese cogiendo peso y mojando pañales.

Pienso que al comentarle lo de las grietas y el biberón nocturno, se le dispararon las alarmas de que abandonase en ese momento la lactancia. Yo soy algo más constante y siempre me pongo un tope más o menos realista.

También hablé con mi matrona sobre el tema de la lactancia y las grietas, me revisó el agarre, que era correcto, así que sólo quedaba esperar a que pasase el tiempo que curase las grietas. Para ello me recomendó una crema, que ya había usado en mi primera lactancia, purelán, y la verdad es que me ha aliviado bastante.

Por último, también consulté algunas dudas con una asesora de lactancia. Parece ser que todo lo hacíamos bien, así que solo quedaba tener un poco más de paciencia.

Pasados dos meses, puedo decir que estoy empezando a disfrutar la lactancia, aunque de vez en cuando tengamos que darle algún biberón de refuerzo, porque el niño se queda con hambre. ¿Cómo lo se? porque después de tenerle prácticamente una hora al pecho, sigue llorando, le preparo un bibe, se lo toma y cae extasiado.

¿Cuales son mis posturas para dar el pecho?

Sentada, con la espalada bien apoyada y si puede ser con reposabrazos. También suelo poner un cojín debajo para apoyar al bebé, que ya pesa 6 kg y a veces se me duerme el brazo que le sujeta.

Mientras estuvimos en el hospital, también le di el pecho tumbada. Me lo recomendaron las enfermeras para que yo también pudiese descansar, incluso un par de noches en casa también lo hicimos así. Pero, es una postura en la que yo no me apaño, además no descanso. Porque yo me muevo mucho en la cama y pienso que le voy a aplastar, así que estoy en un duermevela constante que no me permite descansar.

Del anterior párrafo, deduciréis que no practicamos el colecho, pero esto es otra historia digna de ser contada en otro momento

Conclusión

De momento, mantenemos la lactancia y es mi intención seguir dando de mamar al bebé hasta el momento en que me toque reincorporarme. Seguiremos dándole algún biberón cuando veamos que lo necesita.

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